Noticias y eventos

METAMORFOSIS

Ilustración de Ana Pilar Simarro

Como tormenta llegada en mitad de la noche,
como oscuridad que no te deja ver,
como si las estrellas se ocultaran tras la luna
y el sol radiante dejara de existir,
invadiendo tu mundo,
anulando tu persona,
y dejándote llevar por la tristeza,
así se siente uno.
El castillo construido durante años se derrumba ante ti.
Los gritos de alegría de los niños se convierten en llanto,
lamento de tu pena.
Y te alejas.
Un paso tras otro de quien un día te dijo; Si quiero, sí.
De todo lo que te rodea.
Entras en un túnel, y en tus oídos
el eco de lo ánimos que todos te dan,
te ahoga aún más.
Por el día lloras, por la noche aún más
y quieres huir a ese mundo de donde no se vuelve si vas.
Y no dejas de repetir: ¿ por qué a mí?
Es humillante que te vean así.
Convertida en marioneta, que sin hilos,
se mueve cada día más.
No entiendes que siendo tan joven te conviertas en
una anciana dependiente de quien te quiere ayudar.
Sigues andando por el túnel, sin saber o sin querer salir,
nada puedes hacer.
Si tu mente no quiere, si ella se deja dominar por el miedo.
Levantarse de la cama demasiado esfuerzo es ya.
El circo de risas y alegrías en tu casa,
se convierten en silencios que duelen más que el gritar.
Soñando lo que no tendrás,
necesitando una mano, un hombro donde llorar,
un razonamiento que te haga despertar.
Sin sermones,
sin que intenten ponerse en tu lugar.
Necesitas algo
que te enseñe a convertir tu dolor en colores de felicidad,
para dibujar en tu cara y en tu alma,
una sonrisa que te haga ganar a esa enfermedad. Y empiezas a buscar,
te recorres medio mundo visitando médicos,
pero todos te dicen lo mismo:
“no pierdas las esperanzas, la medicina avanza deprisa”
Buscas en internet,
y efectivamente hay mucha investigación,
pero también encuentras tanta información que,
si no sabes digerir,
te hundes aún más.
Te desesperas,
y aún sabiendo que lo tienes cerca,
lo dejas como última opción.
No quieres ver,
no quieres pedir ayuda.
Pero… un día sin decírselo a nadie te decides a ir.
Hablas y escuchas, aunque sus palabras son duras,
una pequeña luz empieza a iluminar tu oscuridad.
Vuelves a casa sin saber que vas a hacer.
No se te va de la cabeza, han sido claros,
allí no te pueden curar pero si te enseñarán a convivir,
a asumir tu realidad.
Te enseñarán a no esconderte, a no dejarse
Y entonces miras a tus hijos, aunque son pequeños
ya quieren saber porqué tomas tantas pastillas,
y porqué todos te preguntan como estás.
Miras a tu marido, que parece enfadado contigo,
pero que en realidad lo está con el mundo,
como lo estás tú,
pero con la diferencia que él
ha elgido sufrirla por voluntad propia,
aunque sea a través de ti
y por primera vez imaginas su dolor.
Piensas en tus padres
que necesitan saber que te encuentras bien.
En tus amigos
que ya casi no los ves, con tal que ellos no te vean a ti.
Piensas en ti misma,
en que llegará el momento en que no podrás salir a la calle
si no quieres que vean como pierdes el “glamour”
que te caracteriza.
Piensas y piensas….Así que un día los reúnes a todos,
y cuentas tu verdad, lo que sientes, lo que necesitas,
que en realidad, son a ellos,
al mundo y que has decidido luchar.
Que seguirás siendo princesa,
pero no de las de cuentos de hadas,
que serás una princesa que cada día vestirá con armadura
y con espada dispuesta a pelear,
a no dejar que la enfermedad te quite
lo más preciado que tenemos,
disfrutar la vida.
Que aunque sepas que habrá días de llanto y pataleo,
pides ese derecho,
tendrás la obligación de levantarte y seguir viviendo.
y empiezas a ir a la asociación,
las terapias te ayudaba,
los profesionales se convierten en amigos y confesores,
y aquellos que no querías mirar la primera vez,
te enseñarán cada día una lección de vida.
Encontrarás ese camino,
que a pesar de las dificultades,
te hará disfrutar del viaje.
La asociación me enseñó a caminar
por un camino abierto,
a dejar atrás el túnel,
conocer bien a mi enemigo,
y conocer mis limitaciones y adaptar el día a día.
No pensar en el futuro muy lejano
pero sí disfrutar el presente.
Ahora no me escondo,
hablo sobre mi enfermedad,
y me muestro sin miedo y sin vergüenza,
pues a parte de ayudarme a mí misma,
estoy ayudando a los demás,
a dar eso que yo un día también necesité.
Y ahora es de verdad cuando sonrío,
la metamorfosis se produjo
y de oruga pasé a mariposa.


LOLA JÁTIVA

Noticias recientes

Publicado en